por MARCO BASCETTA y SANDRO MEZZADRA.

Nos encontramos con Yanis Varoufakis al día siguiente del lanzamiento del Movimiento para la Democracia en Europa (DiEM 25) en el teatro berlinés Volksbühne am Rosa-Luxemburg-Platz. Es una oportunidad de hacer balance de los temas que se han discutido en los últimos días y para examinar con él los aspectos que parecen más delicados y controvertidos. Vamos a empezar la conversación pidiéndole una breve descripción del proyecto.

En 2015 hemos tenido en Europa una especie de tormenta perfecta, por la conjunción de múltiples factores de crisis: el choque entre el gobierno griego y la troika, los refugiados, la ausencia de política exterior europea sobre lo que ocurre en el norte de África y Siria, pero también en Ucrania. Estas crisis tienen dos consecuencias principales: una tendencia a acelerar la desintegración de la Unión Europea, pero al mismo tiempo, y esta es la buena noticia, alarman incluso a quienes en los últimos años no han tenido posiciones críticas sobre Europa. Muchos demócratas liberales, moderados, afectos a la democracia, difícilmente pueden sentirse a gusto en esta Unión Europea tras lo sucedido en 2015. Esta incomodidad deja espacio para nuevas coaliciones, entre demócratas liberales, socialdemócratas, radicales de izquierda, verdes, activistas como los de Blockupy. Es una oportunidad que no va a durar mucho tiempo. Si no la aprovechamos, si no construimos un movimiento “paneuropeo” capaz de detener la tendencia a la desintegración de Europa y al resurgimiento del nacionalismo, creo que dejaremos sin cumplir una tarea crucial. DiEM trata de hacer precisamente esto.

El proyecto y el manifiesto de DiEM se centra en la cuestión de la democracia. ¿Pero cómo pretendéis superar la crisis de la democracia representativa, evidente no sólo a escala europea sino también en los Estados miembros? Nos parece que hay razones estructurales que empujan hacia la emergencia de gobiernos “post-democráticos”. Y que, por tanto, la referencia a la democracia debe hacerse de una manera radicalmente innovadora.

Creo que hay que distinguir dos aspectos. Hay una crisis general de la democracia, en la época del capitalismo financiarizado. El capital financiero es enemigo de la democracia, en cualquier parte del mundo, en Estados Unidos y en Europa. El problema es universal, por así decirlo. Pero Europa cuenta con una especificidad tóxica: no tenemos una federación con instituciones democráticas propias, el mismo Banco Central Europeo tiene un estatus singular, no comparable, por ejemplo, al de la Reserva Federal de EEUU. Por supuesto, también hay una crisis de la democracia en EEUU. El ascenso de Bernie Sanders, que representa la desafección hacia el establishment, es en el fondo un síntoma positivo de ello, con el crecimiento de Donald Trump es un síntoma de signo contrario. Pero en Europa no tenemos ni siquiera los mecanismos de control y equilibro básicos que caracterizan a la democracia. De hecho, hay dos asuntos que deben distinguirse. En primer lugar, está la pregunta sobre si la democracia podrá seguir existiendo y desarrollándose en las condiciones del capitalismo contemporáneo. Estoy convencido de que la respuesta es no. En segundo lugar, hay un problema específicamente europeo: aquí la democracia está simplemente ausente.

La propia crisis de la democracia en los estados nacionales está vinculada a la forma en que funciona la Unión: ésta toma todas las decisiones que son importantes para un país como Italia, por ejemplo, y el demos no tiene ninguna posibilidad de intervenir. Sus representantes nacionales no tienen poder para cumplir sus promesas, como hemos visto en Grecia.

Nos parece, sin embargo, que así no se logra eludir la dificultad de proponer a escala europea soluciones institucionales centradas en la representación, cuando ésta hace frente a factores de crisis que han sido definidos como “universales”. Estos factores, y en particular la relación antagónica entre el capital financiero y la democracia, ¿no comprometen quizá la eficacia de un proceso democrático tradicional sea cual sea el nivel al que se propongan?

No soy federalista en el sentido conservador del término, no creo que la solución radique simplemente en que los gobiernos se reúnan y decidan algún tipo de federación. Pienso por ejemplo en las propuestas de Schäuble: no conducirían a la democracia sino a la autocracia, darían lugar a una especie de despotismo fiscal. Insisto en que la unión política no es necesariamente democrática, tenemos muchos ejemplos, empezando por la Unión Soviética… La clave reside precisamente en que no creemos que la democratización pueda venir desde arriba. Sólo puede venir desde abajo, y esta convicción es lo que hace de DiEM un movimiento, no algún tipo de grupo de reflexión o de partido federalista europeo. Entendemos que el primer paso es la transparencia en la toma de decisiones: estamos convencidos de que este asunto no es marginal, ya que puede cambiar las reglas del juego. La segunda prioridad, para discutir con sensatez sobre la democratización de la Unión Europea, es eliminar los factores que han estado conduciendo hacia la desintegración. Pienso en medidas radicales sobre la deuda, sobre el sistema bancario, sobre la baja tasa de inversión, sobre la pobreza y sobre las migraciones. Esto se puede hacer mediante una reinterpretación de las normas vigentes, no simplemente invocando la “flexibilidad”, es decir, la amable concesión de que no se sigan las reglas. Debemos reorganizar las instituciones existentes, cambiar la política del BCE y del Banco Europeo de Inversiones. Se puede trabajar dentro de las reglas, pero reinterpretándolas de manera radical, lo que por cierto hace constantemente Schäuble, a su manera. Y de ahí debe pasarse a plantear la urgencia de una asamblea constituyente.

La desintegración de Europa, de la que has hablado, tiene algunos aspectos que se pueden definir en términos geográficos. A la división Norte-Sur se ha añadido, de manera muy abrupta, la división Este-Oeste, no sólo en lo que se refiere a los refugiados, sino a la idea misma de la relación entre gobernantes y gobernados. En estas condiciones, ¿cómo se puede desarrollar una iniciativa “paneuropea”?

En efecto, la brecha entre Este y Oeste cruza todos los ámbitos, desde el tema de los migrantes al de la organización de la zona del euro, así como la política exterior. Muchos países de Europa del Este piden una política agresiva y militarista contra Rusia, piden nuestra solidaridad en ese campo sin ofrecer recíprocamente la suya en asuntos como la reestructuración de la deuda pública. ¿Cómo podemos construir puentes entre Este y Oeste? La única forma es a través de movimientos capaces de implicar a los demócratas, progresistas, desde Hungría hasta los países del Báltico, ofreciéndoles una oportunidad. Imaginad que sois jóvenes disidentes húngaros, que carecen de una iniciativa, de un sujeto al que adherirse. La Izquierda Unitaria Europea no acepta afiliaciones directas, es una confederación de partidos políticos nacionales, y sus representantes en países como Hungría o la República Checa están muy desacreditados. Si DiEM, a través de su manifiesto y de sus campañas, logra afirmarse como un punto de referencia creíble y atractivo para los demócratas en Europa del Este, se podrían construir puentes.

La relación con Rusia nos parece crucial y plagada de peligros. Tras esa cuestión se encuentra otra, la relación entre la Unión Europea y los Estados Unidos, y en particular el papel de la OTAN. ¿Qué opinas?

He trabajado mucho tiempo en EEUU y tuve colegas que habían colaborado previamente con la OTAN. Muchos de ellos están convencidos de que la OTAN ha dejado de ser útil. Si ellos piensan eso, ¿qué debemos decir nosotros? El problema es que la OTAN está buscando constantemente razones que legitimen su existencia, una vez finalizada su razón de ser. Tiene que inventar constantemente nuevos enemigos. ¿Eso es lo que queremos en Europa? No creo. Pensemos, por ejemplo, en Putin. Lo considero un criminal de guerra, no por lo ocurrido en Ucrania, sino por lo que hizo en Chechenia. El mayor regalo hecho a la carrera política de Putin ha sido la expansión de la OTAN hacia el Este. Puede decir a su pueblo que el autoritarismo en Rusia se justifica por la amenaza de un enemigo. Hoy en día la OTAN proporciona una sensación ficticia de seguridad a Estonia, Georgia, Ucrania. En realidad su expansión hacia el Este implica militarización y comporta continuas ocasiones de conflicto con Rusia. Una Unión Europea consciente de sus intereses, simplemente no debería participar en este juego.

El objetivo a largo plazo de DiEM es la convocatoria de una asamblea constituyente en Europa. ¿Cuáles son las condiciones para que se dé ese paso, que, en la historia, siempre ha seguido a grandes rupturas y tumultos sociales? ¿Cuáles son las energías sociales ya en movimiento que pueden determinar la ruptura necesaria para abrir el espacio constituyente?

Mi compañera, que es artista, me dijo una vez: ¿por qué hay en lo aviones una caja negra que después de una catástrofe nos podrá decir por qué hemos muerto? ¿No sería mejor tener una caja negra que se pueda abrir antes del accidente para que éste no suceda? Me parece una excelente pregunta: ¿por qué deberíamos esperar al desastre para organizar una asamblea constituyente y no hacerlo antes para que no suceda? Las condiciones objetivas para una asamblea constituyente se dan en Europa, dada la fragmentación ante la que nos encontramos. Necesitamos un conjunto de movimientos que impongan a las instituciones europeas un programa de estabilización en el sentido que he intentado explicar antes. Sólo sobre esa base se puede crear un sistema electoral inclusivo y verdaderamente europeo para la elección de la Asamblea Constituyente. Los alemanes, por ejemplo, deben tener la oportunidad de votar candidatos italianos o franceses (y viceversa, por supuesto). Una buena fuente de inspiración puede ser los proyectos de investigación financiados por la Comisión en las universidades europeas: para pedir financiación hay que crear un consorcio de universidades de al menos siete países. ¿Por qué no imaginar que las listas a la Asamblea Constituyente debiesen tener candidatos de al menos diez o quince países diferentes?

En estos días has hablado de la austeridad como una forma de “guerra de clases” desde arriba. ¿Pero, hoy en día, de qué fuerzas puede disponer el campo de “abajo”, no sólo para defenderse de los ataques, sino para ejercitar un poder constituyente real? Nos parece una pregunta ineludible, que obliga a tomar en consideración los profundos cambios en la composición del trabajo y de las formas de vida. Estas transformaciones obligan a la búsqueda de instrumentos políticos y organizativos diferentes a los del pasado.

Muchos compañeros y amigos me han recriminado por hacer referencias demasiado generales a la democracia. Pero hay que pensar en la definición que dio de ella Aristóteles, que no era un demócrata: el gobierno de los libres y los pobres. Es una buena definición: los pobres, los subalternos, los explotados, son de hecho la mayoría. Por lo que una verdadera democracia sólo puede ser dominada por los movimientos de los pobres. Las democracias liberales, que tienen sus raíces en la tradición de la Carta Magna, han sido otra cosa. La Carta Magna es una carta de los barones, de los terratenientes ante el Rey, que les garantizaba tener sus propios siervos y que no se los quitaría el soberano. La democracia liberal tiene este árbol genealógico. Por ejemplo, si leéis Federalist veréis claramente que el problema se reduce a cómo evitar que la multitud gobierne. Esta democracia ha llegado a su límite con el capitalismo financiarizado. Un movimiento democrático hoy es, por definición, un movimiento que tiene como objetivo poner fin a la lucha de clases desde arriba mediante la organización de un contraataque desde abajo.

Esto plantea el problema, fundamental a nuestro entender, de pensar una nueva articulación entre el movimiento democrático y la lucha de clases. ¿Cómo ves concretamente esa articulación? ¿Cómo pueden cruzarse positivamente las insurgencias sociales y diversas formas de acción institucional?

Si, como he dicho, el problema fundamental en Europa es la estabilización, eso no es posible sin el crecimiento tumultuoso de un movimiento democrático. Los poderes existentes no son capaces de hacerlo. Pondré un ejemplo sencillo y absolutamente concreto: imaginaros un movimiento que imponga al Banco Central que comience a comprar la deuda del Banco Europeo de Inversiones en lugar de comprar la de los bancos alemanes o italianos, para financiar un ambicioso Nuevo Acuerdo Verde para Europa. Así que, en lugar de generar moneda para los circuitos de capital financiero, se generaría para financiar la cooperación productiva, para crear puestos de trabajo en sectores innovadores, creando al mismo tiempo condiciones favorables para la organización y la lucha de los trabajadores y chocando con la mercantilización y la precarización del trabajo.

DiEM tiene la ambición de establecer una fuerza transnacional de nuevo tipo, que agrupe a activistas, políticos, intelectuales, artistas, sindicalistas, en un ámbito directamente “paneuropeo”. No es una apuesta fácil y hay pocos modelos en los que inspirarse. ¿Cuál es el proceso innovador que tienes en mente?

La desintegración de la Unión Europea es algo nuevo, contradice una historia basada en el avance progresivo de la integración. Para hacer frente a este problema es necesario un instrumento totalmente nuevo. Los partidos de izquierda europeos tienen su base en los estados nacionales y la IUE es una especie de confederación que no cuestiona este fundamento nacional. Esta es una de las razones de su impotencia. No es cuestión de mala voluntad: el hecho es que por su acción a escala nacional se ven obligados a articular programas de gobierno que nunca va a poder ser aplicados. Si este diagnóstico es correcto, una plataforma común para los demócratas en Europa debe construirse de manera diferente, a través de una acción política no basada en los estados nacionales. Y no puede ser un partido, porque un partido es por definición jerárquico. Los militantes de los partidos de izquierda pueden unirse a DiEM y seguir siendo miembros de su partido a nivel nacional. Pero en DiEM abordaremos nuestros problemas comunes independientemente de la afiliación partidista o las convicciones filosóficas que cada cual tiene. La respuesta a vuestra pregunta sólo podrá encontrarse de forma gradual. Es un work in progress, un camino que se hace al andar. Como dijo Brian Eno el martes en el teatro Volksbühne, si no tenemos una receta, empecemos a cocinar, ya llegará la receta.

Por último, ¿cuáles son los próximos pasos de DiEM?

Ya hemos anunciado una petición, dirigida a los presidentes del Eurogrupo, del Consejo Europeo y del Banco Central Europeo, pidiendo que retransmitan por streaming sus reuniones, salvo en el caso del BCE, al que hemos pedido que haga como la Reserva Federal, publicando las actas de sus reuniones dos semanas después de su realización. También será una oportunidad para comenzar a organizar el movimiento en torno a una campaña específica. Nos estamos preparando para crear grupos de trabajo para desarrollar una plataforma digital eficiente y segura, que nos permita intervenir en el debate público y articular nuestro trabajo. Hemos identificado cinco áreas temáticas cruciales para el futuro de Europa: el Nuevo Acuerdo Verde que he mencionado antes, la cuestión de la deuda y el sistema bancario, las migraciones y las fronteras, la transparencia y el tipo de Constitución que Europa necesita. Queremos disponer de cinco documentos sobre estos temas en el plazo de un año. Vamos a empezar haciendo una lista de problemas y preguntas para cada una de estas áreas temáticas, con el fin de poner en marcha una gran campaña de consultas en diferentes lugares y países. De estas reuniones surgirán propuestas que serán “filtradas” y “recombinadas” por grupos de trabajo que presentarán el resultado en grandes asambleas temáticas. Estas asambleas votarán un documento final, que luego será sometido a la aprobación de todos los miembros de DiEM. Es un proceso que puede ser definido como democracia en acción, del cual surgirá un verdadero manifiesto de DiEM, no una mera declaración de principios.

Traducción por Trasversales

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