Por VICTOR MANUEL MONCAYO C
En memoria de Edgar Vásquez Benitez[1]
Protestas y develaciones de la realidad capitalista
Hace un poco más de quince meses asistimos a esa significativa, y hasta enigmática, expresión de ese colectivo heterogéneo que, más allá de quienes también entonces convocaron a un paro nacional, marcharon bajo un signo nuevo no impuesto ni determinado por los convocantes. Como en ese momento lo apreciamos, fue un reencuentro sorpresivo de quienes viven la realidad de exclusión, desigualdad e inequidad del capitalismo de nuestro tiempo[2] que, como singularidades múltiples, concurrieron cada una con su propia protesta, sin que existiera propiamente un lenguaje común, pero sin duda expresando su resistencia a continuar bajo los renovados lazos de explotación y dominación del sistema capitalista, sin un discurso elaborado de articulación. Pero así se manifestaron, haciendo visible esa realidad compleja -que no está representada sólo por los datos estadísticos-, unidos por la alegría de recuperar, así fuera efímeramente, su identidad comunitaria, con la aspiración de soñar con un orden social diferente.
Sin embargo, el fenómeno pandémico le permitió al sistema sepultar, al tiempo con los muertos del Coronavirus, esa importante movilización sin darle respuesta, así como dejar en un segundo plano las confrontaciones violentas que continúan escenificándose y el proceso de implementación del Acuerdo de Paz, y eludir las responsabilidades estatales por las muertes de los excombatientes de las Farc y de los líderes y lideresas comunitarios. Todo en medio de medidas sanitarias y de confinamiento que no sólo han fortalecido la naturaleza autoritaria del régimen político, sino que han reducido la vida a una condición simplemente biológica, y han forzado a reconocer y a aceptar la pérdida de la libertad por razones de seguridad.
La pandemia también develó la realidad capitalista que ya existía antes de ella, en especial sus víctimas de todos los tipos: los asalariados tradicionales, los denominados autónomos o independientes, los precarios, los informales, los miserables de la calle, los migrantes, los detenidos o prisioneros, los vinculados al sector educativo…bajo una estructura en la cual participan de manera diferenciada, siempre bajo formas desiguales e inequitativas de distribución de la riqueza.
Las políticas de retorno a la normalidad
Durante toda la pandemia la preocupación central del régimen ha sido cómo reanudar, bajo una nueva normalidad, los circuitos de la organización productiva, a sabiendas de que el proceso necesariamente sacrificará vidas, así se proclame que su salvación es el objetivo principal. Las medidas sanitarias simplemente reducen durante breves lapsos la velocidad del contagio y las cifras de mortalidad, que regresan en las olas o “picos” de la pandemia, en la expectativa de la inmunidad que, de manera lenta y hasta incierta, deberá traer la vacunación.[3]
Pero, lo más significativo es que, en ese contexto, lo central es la definición acerca de quien asume los costos de ese regreso a la normalidad: si los agentes capitalistas o los grupos poblacionales no beneficiarios del sistema, siempre teniendo en cuenta las características desiguales y regresivas del régimen tributario, así como las consecuencias del endeudamiento acrecentado por las urgencias de la emergencia. [4]
En principio la orientación inmediata del sistema es la utilización de los efectos más dolorosos como el hambre y la pobreza, para que, a la manera de un chantaje, los explotados y dominados acepten social y políticamente cambios muy sensibles en el orden social productivo mediante políticas que profundicen la desigualdad, enriquezcan a las élites, y debiliten a todos los demás. Pero, de otro lado, apelando a una defensa sistémica, todo o parte de las exigencias financieras pueden atribuirse a los agentes capitalistas (empresas o personas naturales), así muchos de ellos salgan disminuidos o reemplazados, pues en definitiva la suerte del capitalismo no está atada inexorablemente a la de sus agentes circunstanciales, pues estos pueden desaparecer, mutar, transformarse o ser sustituidos. Es una tarea “colectiva” que asume el Estado, orientada en lo fundamental a proteger el sistema capitalista y no tanto a sus agentes.
En el caso colombiano se han desplegado esas dos opciones extremas, bajo modalidades y grados distintos, mediante las normas, políticas y planes que se han venido implementando, y cuyos resultados no son otros que el agravamiento de la desigualdad, como lo demuestran los datos más recientes sobre pobreza monetaria y pobreza absoluta, decrecimiento del empleo, aumento de la informalidad, y disminución de la clase media: al concluir el año 2020 Colombia tenía más de 21 millones de habitantes en condiciones de pobreza y 7.5 millones en pobreza absoluta, que representan respectivamente 42,5% y 15,1% de la población total; 49% de informalidad y 15,9% de desempleo; y la clase media disminuyó en 2,17 millones de personas, bajando de 14,7 millones en 2019 a 12,5 millones en 2020.[5] Es en este escenario en el cual se despliega la cínica reforma tributaria que, momentáneamente, la nueva movilización del 28 de abril y días siguientes ha detenido, la cual, según el criterio de numerosos analistas, era francamente regresiva y afectaba sensiblemente a las capas medias y bajas de la población.
Una protesta renovada: el paro del 28 de abril
Pues bien, como en otros momentos históricos, los explotados y dominados de todo tipo, se han expresado y continúan manifestándose en términos de protestas y revueltas, en gran medida determinadas y moldeadas por los efectos de las políticas de confinamiento, de distanciamiento social y de profundización de la precariedad y la desigualdad, planteándose así como un obstáculo a la reorganización capitalista, a la cacareada reactivación económica. En ese sentido, no sólo reclaman por los efectos inmediatos de las políticas antipandémicas, sino que definitivamente reorientan sus formas de lucha social, en sentido opuesto a la nueva normalidad que busca reeditar las condiciones de la explotación y dominación. Esta es la coyuntura en la cual nos encontramos al momento de escribir este artículo, que ha logrado ya el retiro de la reforma tributaria, la renuncia y sustitución del Ministro de Hacienda, y que ha resucitado con vigor las demandas del paro de noviembre 21 de 2019.
Es el movimiento paradójicamente heterogéneo y unitario que, como lo avizoramos en otro momento[6], parece “reanudar esas múltiples experimentaciones que interrumpió y barrió la pandemia, y recuperar las reivindicaciones centrales alrededor de las formas de reproducción mercantilizadas o inexistentes, en especial en los campos de la salud y la educación; del reconocimiento del trabajo de atención y cuidado que viene reclamando el feminismo, como un elemento constitutivo de la subjetividad explotada; del salario básico universal; de la concentración de la producción alrededor de los bienes esenciales; de la resistencia y el rechazo a las formas autoritarias del régimen; y de control y gestión de los bienes comunes, poniendo especial énfasis en la naturaleza y sus propiedades. Todo ello, transgrediendo la prohibición del espacio público que introdujo la pandemia para, en las plazas, calles y caminos, sin distanciamientos, reiniciar y fortalecer las experiencias ya vividas de otra posible democracia.”
Esta experiencia iniciada el 28 de abril, que en parte reedita la del 21 de noviembre de 2019, tiene los mismos rasgos de otros movimientos que han irrumpido en otras latitudes en tiempos recientes, al menos desde 2011, como las insurrecciones contra los regímenes autoritarios en Túnez y Egipto, el BlackLivesMatter en los Estados Unidos, los indignados en España y Grecia, los Occupy Wall Street , las manifestaciones del Parque Gezi en Turquía, los Gilets jaunes en Paris, o la explosión social en Chile en 2019. Son expresiones que rechazan el liderazgo tradicional en sentido vertical, que no están obsesionadas por la unidad pues saben cómo atenta contra las diferencias, que repudian la representación, que no se inquietan de manera inmediata por la organización, que unen las luchas salariales o por ingresos, a las luchas feministas, antirracistas, ambientales o migratorias. Son formas que pueden parecer ineficaces, sin capacidad decisoria, pero que son en extremo vigilantes de toda manipulación externa, y de la cooptación partidista o populista.
En este caso el movimiento del 28A en Colombia, además, se viene desarrollando no sólo en Bogotá, sino en las capitales departamentales, especialmente en Cali, Medellín y Barranquilla, en otras capitales y en numerosas ciudades en todo el territorio, con la participación de los movimientos indígenas, afrodescendientes, feministas, comunitarios, docentes y estudiantiles y, más recientemente, de los asalariados y pequeños propietarios del transporte de bienes de todo tipo que han detenido, mediante el bloqueo de carreteras, el suministro de alimentos, medicamentos, combustibles y las mercancías de exportación, entre otros muchos. Durante los días transcurridos, las congregaciones poblacionales diversas han hecho presencia no sólo en las marchas multitudinarias, sino en lugares específicos de las mallas urbanas y en lugares estratégicos de la ruralidad. Su gran impacto ha trascendido las fronteras, como se ha podido apreciar en los mítines realizados en Madrid, Roma, Paris o Berlín o demás capitales Europeas, en Nueva York y otras ciudades estadounidenses, y en México, Santiago y Buenos aires, entre otras urbes latinoamericanas. Todo en medio de una acción represiva sin precedentes, que aún no se puede cuantificar exactamente, pero que se sabe ha causado más de una treintena de muertos, y cientos de heridos y desaparecidos, atribuibles a las fuerzas militares y de policía, o a grupos de ellas que se ocultan como personas civiles.
Una nueva figura espectral
Para muchos estas renovadas formas de la rebeldía, que han asumido formas de expresión alternativas, son manifestación de la anarquía, o del caos y la confusión a que aludiera Rafael Núñez en su hora de tinieblas.[7] Nada de eso. Lo que acontece es que así como en 1848 Marx inicio su Manifiesto comunista diciendo” “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo.”[8], hoy tenemos que afirmar que estamos ante una figura espectral, por ahora desconocida y sin nombre, que recorre el mundo y amenaza de manera radicalmente diferente a las sociedades capitalistas de nuestra época: la que agrupa y aglomera a un universo complejo de singularidades diferentes, todas sometidas en sus formas de vida a los lazos de explotación y dominación del capital, que representan de esta manera su manera histórica de encontrar una unidad, sin desdeñar las diferencias que las caracterizan. Es un verdadero fantasma que no significa identidad, pero que al mismo tiempo se erige como una nueva amenaza para todos los agentes del sistema capitalista. Es esa realidad fantasmagórica que desde hace ya más de veinte años se ha venido denominando multitud,[9]enlazada por una suerte de interseccionalidad, que no tiene un solo eje de dominación, sino que reconoce la naturaleza compleja de las jerarquías de raza, clase, sexo, género y nacionalidad que viven en ella.[10]
Esa conexión de las luchas no debemos entenderla como una coalición, alianza o convergencia ligada por vínculos de solidaridad, entendidos de manera tradicional, pues estos siguen siendo externos y de naturaleza moral. Las nuevas luchas requieren verdaderos lazos internos de solidaridad que permitan conservar la multiplicidad; no es la simple sumatoria de las luchas diferentes; es una nueva dimensión ontológica a la cual difícilmente podemos asignarle un nombre, pues corremos el peligro de borrar el sujeto plural. La nueva clase, si aceptamos esta denominación, une en la lucha contra el capital a los asalariados, a quienes están ligados por otras formas de ingreso, a los campesinos y artesanos, a los pequeños productores y comerciantes, a las mujeres, a los reclutados por los aparatos represivos, a los informales, a los marginales y miserables, a los encarcelados, a los pertenecientes a todas las etnias, a los mismos estudiantes, a los migrantes. Todos son reales o potenciales antagonistas del capital.
Estas experiencias de multiplicidad en ciertas coyunturas, pueden avanzar hacia una alhuna organización de ruptura, a partir de la reivindicación de espacios urbanos o rurales relativamente estables, como ya se han dado en algunas de ellas. Seguramente surgirán de las coyunturas específicas que las hayan alumbrado. No se trata ahora de intervenir en los “problemas candentes”, contra el “economismo”, como los que tuvo que asumir Lenin hace 120 años al interrogarse “Por donde comenzar”[11], para formular luego su clásico ¿Que hacer?[12], en la dirección de definir los contenidos de las luchas, la organización, y las perspectivas de la construcción institucional sustitutiva. Las exigencias de hoy son otras: las estrategias surgirán de las mismas luchas, la organización nacerá en su momento histórico y no impuesta como un modelo paradigmático (el partido)[13], y el futuro ambicionado tendrá que tener los rasgos de real ruptura con la dimensión estatal del capitalismo y con los aparatos que le son propios. Es en este sentido que HARDT y NEGRI nos advierten que “la multitud no es meramente un sueño abstracto e imposible separado de nuestra realidad presente sino que, al contrario, las condiciones concretas de la multitud se encuentran en proceso de formación en nuestro mundo social y que la posibilidad de la multitud está emergiendo de esa tendencia”.[14]
Es claro, sin embargo, que la realidad de esa multitud unida por la explotación/dominación y sus luchas, es un verdadero oximoron que encierra ambivalencias[15], pues así como pueden ser cooptadas por las llamadas “vías del consenso” o de la “conciliación nacional”, o reprimidas por regímenes neofascistas, o integradas por las sempiternas alternativas populistas que florezcan en el mercado electoral, también pueden fortalecerse, aunque sus éxitos sean relativos, para formular renovadas estrategias de combate del orden social capitalista, como lo ambicionamos. Para sustituirlo realmente y poder responder algún día los interrogantes que nos ha planteado Negri en reciente evocación de La Comuna; “¿cómo podemos vivir juntos? ¿Cómo vivir como si estuviéramos de fiesta?”, y quizás resolverlos como el mismo lo sugiere diciendo: “Estar juntos significa tener la posibilidad de estarlo, de manera libre e igualitaria, pero también de manera exuberante, con las mismas posibilidades, y así formar nuestras pasiones comunes bajo el signo de la felicidad.”[16]
[1] Al concluir la redacción de este texto, conozco el sensible fallecimiento de Edgar Vásquez Benitez, profesor de la Universidad del Valle, con quien compartí inquietudes y reflexiones teórico-políticas en Lovaina en aquella época de mayo de 1968. A él debo mi acercamiento a la obra de Marx, en tiempos de la escuela althusseriana.
[2]MONCAYO, Víctor Manuel.El paro del 21N: la develación del orden capitalista. Revista Izquierda No. 81.diciembre 2019
[3] MONCAYO, Víctor Manuel. ¿Salvar vidas para el capitalismo? Revista Izquierda No. 85, mayo 2020
[4] MONCAYO, Víctor Manuel. Perspectivas postpandémicas. Revista Izquierda No. 86, mayo 2020
[5] Informe “Pobreza monetaria en Colombia, según clases”. DANE, mayo 2021
[6] MONCAYO, Víctor Manuel. Perspectivas postpandémicas. Revista Izquierda No. 86, mayo 2020
[7] Para ilustración de los lectores no colombianos, Rafael Núñez fue varias veces Presidente de Colombia a finales del siglo XIX y justamente autor de la letra de nuestro himno nacional. En un momento de su vida escribió el poema Hora de Tinieblas, en cuya última estrofa se lee: “¡Oh confusión! ¡Oh Caos! ¡Quien pudiera//Del sol de la verdad la lumbre austera//Y pura en este limbo hacer brillar!//De lo cierto y lo incierto ¡quien un día,//Y del bien y del mal, conseguiría//Los límites fijar!
[8] Y agregaban: “Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el Zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes”. MARX, Karl y ENGELS, Friederich. El Manifiesto Comunista. Alianza Editorial, 2001.
[9] Nos referimos a la denominación utilizada por HARDT. Michael y NEGRI, Toni, en su vasta obra iniciada con Imperio, Ed Desde Abajo, Bogotá. 2004., así como al empleo de la misma por VIRNO, Paolo. Gramática de la Multitud, EdicionesColihue, Buenos Aires, 2003.
[10] MEZZADRA, Sandro. Interseccionalidad: un respuesta a la articulación de la multiplicidad subversiva. Revista Izquierda No.95.Abril 2021, y MONCAYO, Víctor manuel. Evoquemos La comuna para la necesaria nueva resistencia.
[11] Artículo publicado en la Revista Izkra No, 4 de mayo 4 de 1901.
[12] Bueno es recordar que este mismo título tomado por Lenin, corresponde al de la novela de Chernyshevski (1862, publicada por Akal, Madrid, 2019) que combina lo literario con la crítica del semifeudalismo y semicapitalismo zarista, y con el anuncio del socialismo, a partir de las ideas populistas. Ver LENIN, Vladimir Ilich. ¿Que hacer?. Problemas candentes de nuestro movimiento. Editorial Progreso, Moscú, 1981.
[13] En la “Declaración de la redacción de IZKRA”, Lenin planteaba “nosotros entendemos la socialdemocracia de otra manera: como un partido revolucionario dirigido contra el absolutismo, ligado indisolublemente al movimiento obrero. El proletariado, la clase más revolucionaria de la Rusia actual, solamente si se organiza en un partido así, será capaz de realizar la tarea histórica a la que está destinada: unir bajo sus banderas a todos los elementos democráticos del país y conducir esa lucha tenaz de tantas generaciones sacrificadas, hasta el triunfo sobre el detestado régimen”.
[14] HARDT. Michael y NEGRI, Toni. Multitud, guerra y democracia en la era del Imperio Ed Debate Argentina. 2004.
[15] Sobre el concepto de ambivalencia, ver VIRNO, Paolo. Ambivalencia de la Multitud: entre la innovación y la negatividad. Ed Tinta Limón. Buenos Aires, 2011.
[16] NEGRI, Toni. De la Comuna a lo común. Una entrevista con Toni Negri a 150 años de la Comuna de Paris. Carca Planteray Commune, Paris, marzo 30 de 2021.
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