por GISO AMENDOLA y FRANCESCO FESTA

 Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí,
sin embargo estoy aquí
resucitando.
Gracias doy a la desgracia
y a la mano con puñal,
porque me mató tan mal,
y seguí cantando.

Cantando al sol como la cigarra,
después de un año bajo la tierra,
igual que superviviente
que vuelve de la guerra.
(María Elena Walsh, Como la cigarra, 1972)

 

1. De las resistencias “menores” a una nueva inteligencia colectiva

La Historia, la oficial con H mayúscula, nos entrega representaciones de las revueltas y las manifestaciones de las poblaciones meridionales de Italia como el producto de una extemporaneidad, jaquerie alimentadas por la pasión y la excitación, y empolladas en las tierras volcánicas, cuando no en la fogosidad del clima, o en la propia sangre árabe y mediterránea, pero que están siempre mas allá del umbral mínimo de la paciencia, de la diligencia y de la sabiduría que un buen gobierno ha de tener para ejercer su poder sobre territorios y poblaciones. Algunos históricos las han definido como arrebatos pre-políticos, ímpetus que, una vez sublevados, después de la fiebre, vuelven a caber en el álveo de la política y de lo Político, es decir en la acción de aquellos gobernantes, hombres masculinos de fe y responsables, los únicos capaces de decidir el futuro de sus súbditos.

Otras narraciones, menos imparciales y mas literarias, pintan las tierras del Sur de Italia como canalizadas hacia una “fúnebre paz”, donde ni el Estado, ni las leyes, sino solamente madejas de intereses político-criminales, grumos de clientelas político-institucionales, imponen los tiempos de la disciplina y de la explotación hacia el trabajo vivo. Sin embargo, esporádicamente, estas tierras se sublevan, “queman el municipio, el cuartel de los carabineros, matan a los señores, y luego se van, resignadas, hacia las prisiones”. Así es, si os parece: jaquerie, arrebatos, episodios. Historias menores, historias de muchas pequeñas insurgencias y nada más, picores que dejan la piel marcada por trazas profundas y, mientras las trazas permanecen, la memoria se archiva en folklore del carácter meridional, con un ejercicio de contrapunto entre la naturaleza benévola, paradisíaca y los habitantes endemoniados, biológicamente inferiores, que desean nada más que “pan y circo”. Al contrario, la Historia está amasada de otra manera, sigue otros registros, la escriben hombres, machos y ilustrados, acompañados por periodistas con pluma veloz, saltimbanquis listos y sutiles, en fin un conjunto de políticos e intelectuales cristalizados en bloques de pensamientos, de partidos y sindicados que, con diferentes matices pero siguiendo la misma tecnología de gobierno, determinan el curso de los eventos.

Sin embargo, la que se está escribiendo es otra historia, de un tipo completamente diferente. Una historia que habla de las poblaciones meridionales a través de una condición de subalternidad que no es sufrida, sino más bien de una subalternidad que, liberándose de las verdades indiscutibles de aquella clase política y intelectual, se afirma a sí misma como potencia capaz de escribir la historia. Una potencia en expansión que es también y sobre todo una “potencia del actuar”, es decir, esfuerzo para esquivar la muerte, para imaginar y encontrar lo que puede destruir las causas de la tristeza. El 16 de noviembre de 2013 ha sido la jornada en la que esta subalternidad se ha manifestado en toda su potencia. Arrojando los clichés y las representaciones que inferiorizan, según las cuales la devastación ambiental y la contaminación de los territorios son el producto de conductas, estilos de vida, individualismo y ausencia de civismo, un enjambre multitudinario de singularidades ha afirmado su determinación a perseverar en su propia existencia, a salvaguardarse, y a destruir todo lo que no es afín a la vida. #fiumeinpiena (río en crecida) ha sido el motivo de la jornada. No solamente como hashtag, y menos todavía como mera evocación o llamada a la calle. Pocos, realmente, imaginaban por dónde y cómo se mueve un río en crecida. Y sin embargo metro por metro, aquel #fiumeinpiena se ha materializado en cien mil – y quién sabe cuántos más – mujeres y hombres que han devenido una “potencia en acción”, una inteligencia colectiva: potencia de una “rabia digna”, para nada episódica, y lejana de cualquier fogosidad folclórica.

La rabia de quienes saben los nombres, los hechos y las responsabilidades y espetan estas verdades en la cara del poder. La indignación de quienes saben que el Estado italiano, el capital industrial y la criminalidad organizada participan de los mismos intereses. El hecho de que, a posteriori, el #fiumeinpiena sea interpretado como el subrogado de Roberto Saviano [autor de Gomorra, ndt] y Cia. o como la reacción a las noticias clamorosas de algún pentito de Camorra [arrepentidos, manera en que se les llamas a los colaboradores de justicias, ndt] es un error siempre a punto de ocurrir. Hay que estar atentos: los comités territoriales, las redes ambientales, los muchos riachuelos del #fiumeinpiena, han manifestado, mucho antes que el escritor famoso, contra la devastación ambiental, operada por parte del capital político-criminal, en Campania y en el Mezzogiorno, cuando se les tildaba de “picores arcaicos” y “inútiles”, incluso cuando se les acusaba de ser concausa cercana a la criminalidad y facilitadora de la crisis ambiental, que era necesario curar de manera inmediata con presidios militares.

De hecho, el #fiumeinpiena no ha nacido por casualidad. Como es obvio, se ha apoyado en el lecho de los movimientos sociales y ambientales de Campania y, sin embargo, ha sido el producto del agenciamiento de densas relaciones con un telos común, capaz de juntar y sintetizar a instancias y reivindicaciones de comités territoriales, de asociaciones, de redes ambientales, de centros sociales, de sindicalismos de base, de movimientos de parados, precarios, estudiantes, de parroquias y muchas singularidades que han llevado a la calle el deseo de reapropiarse del derecho natural a la vida.

2. El biocidio: la riqueza de la vida en la época de la subsunción real

La evocación misma del biocidio se mueve evidentemente en esta tensión, fotografiando este tendencial desbordar de las luchas ambientales fuera de cualquiera impostación simplemente defensiva. La explícita referencia a la dimensión del bios señala, seguramente de forma no del todo consciente pero significativa, el pasaje en que se despliega este movimiento: las luchas por la salud y el ambiente son ahora capaces de generalizarse con velocidad viral porque cruzan directamente el plano de la vida puesta a trabajar y los múltiples mecanismos – dispositivos – de explotación y valorización de la vida en todas sus plurales y heterogéneas dimensiones. No sorprende entonces que #fiumeinpiena pueda contener en su fluir con facilidad las luchas para reapropiación directa de los servicios y los derechos: fuerte es la participación, por ejemplo, de los movimientos por el derecho a la vivienda y de casas ocupadas.

Referirse al biocidio rompe, en el atravesamiento de estos campos complejos y no fácilmente reducibles a unidad, cualquier dimensión ociosamente naturalística, que se revela en la tradición como el agujero negro donde precipitan todas las batallas territoriales y ambientales: difícil acabar allí, sin embargo, para un movimiento que asume como único y general terreno de lucha la complejidad de la vida en cuanto producción de riqueza y cooperación; y antes todavía en cuanto producción de subjetividad. Estos movimientos “ambientales” del Sur tienen ya una genealogía larga y compleja: bien recordamos lo difícil que fue contar y lograr explicar la importancia, sobre todo en términos de subjetivación, de lo que se empezó a mover años atrás en las luchas sobre los vertederos y el procesamiento de la basura. El mainstream quiso verlas como la expresión nada más que de egoísmos territoriales en el estilo más NIMBY, y resultaba difícil escaparse de la representación, quizá cómplice y simpática, de quienes miran las revueltas del subdesarrollo.

Y sin embargo, justamente en aquellas luchas el nexo entre salud / vida puesta a trabajar / (bio)capitalismo empezaba a ser asumido de manera más consciente, como acumulación de inteligencia y capacidad de conexión. Es desde aquellas metamorfosis colectivas (mucho más que por los mensajes mediáticos que seguramente han tenido consecuencias) que se ha desarrollado el núcleo más fuerte y duradero de estos movimientos. Un núcleo que emerge ahora, después de haber trabajado por largo tiempo en la cresta que ata la vida a la producción, la salud a la acumulación capitalista, el territorio a la cooperación social, con una fuerza que los observadores no llegan a entender fácilmente y que, aun cuando pueden ver, no pueden hacer otra cosa que intentar neutralizar con el uso de categorías reductivas y decididamente ambiguas, como la de la “emergencia ambiental”: como si quisieran volver a empujar al bios a la dimensión “sectorial” que ya las luchas han destruido desde hace tiempo.

Sin pasarnos en la exageración, podríamos decir que esta dimensión compleja de la vida – vida que anuda salud, cooperación, deseo de reapropiarse del territorio y de la decisión colectiva – dibuja un tipo de movimientos propios del Sur, que están emergiendo como movimientos de resistencia y reapropiación frente a una época en la cual la subsunción real se está extendiendo y profundizando. Cuanto más se extiende la extracción del valor sobre la vida entera, a través de heterogéneos y múltiples dispositivos, más aprietan los movimientos el nudo entre vida, ambiente y cooperación social, y más se presentan en las formas asumidas por un río en crecida. Formas siempre heterogéneas pero puestas en conexión a través de la vida misma, percibida no como nuda vida o como blanco pasivo (como quieren en el fondo los cantores de la “emergencia ambiental” y los ejércitos que envían a nuestras tierras para salvarnos), sino como vida llena de resistencia e invención que crece dentro de las infinitas experiencias del mutualismo, de los experimentos del compartir, de las experiencias de reapropiación que se cruzan dentro de estas luchas.

Así, no nos maravilla como este río pueda contener dentro de sí muchas potencialidades que atraviesan directamente las luchas sobre los derechos laborales, la precariedad y la cuestión de la renta básica: son movimientos que se sitúan, como aquellos del 19 de octubre en Roma (manifestación nacional convocada por el movimiento NOTAV, ndt), en la intersección entre vida y trabajo, donde el conflicto típicamente “laboral” se cruza continuamente con su “afuera” ambiental, social y se encuentra desde su nacimiento con la más amplia cooperación social. Y esto nos permite rescribir completamente la triste dialéctica “laborista” entre derecho al trabajo y derecho al ambiente: nunca como en estas manifestaciones se ve trazarse – seguramente aun en términos potenciales y con todos los riesgos de volver a caer en la tradición a cada paso, y sin embargo con cierta claridad – una reformulación general del derecho a vivir capaz de romper aquella dicotomía y de empezar a marchar sin demasiadas dificultades hacia la reivindicación de una renta básica incondicionada como remuneración de la riqueza productiva de la vida misma y de la renta indirecta como reapropiación desde abajo de los servicios y del welfare.

Sintetizando, sería apresurado y voluntarista decir que #fiumeinpiena es un movimiento para un welfare del común pero seguramente el plano donde éste se da, así como la complejidad y la riqueza de la vida que lo animan como cooperación y producción de subjetividad nos devuelven el lenguaje de un welfare desde abajo, de los usos y de la reapropiación, de la renta básica y de la cooperación social, muy comprensible – y muchas veces tranquilamente “hablado” – al interior de estos movimientos definidos con banalidad como “ambientales”. Se está abriendo un campo en el cual trabajar para producir nuevas conexiones inteligentes.

3. Los procesamientos: una lucha sobre la reapropiación de la riqueza

Desde luego, si el #fiumeinpiena se orienta por la ruta de la reivindicación/reapropiación de riqueza y decisión colectiva (en lugar de conducirlo por el camino que pide e invoca la “intervención” salvífica reabsorbiéndolo en los movimientos cívicos), hay un dato fundamental, que emerge en la centralidad asumida por el tema de los procesamientos; y que los observadores no logran ver. ¿Por qué los proyectos de procesamientos han encendido el #fiumeinpiena y, antes aún, han movilizado los más combativos entre los movimientos territoriales? Seguramente no porque se hayan reconocido como movimientos de “limpieza” desde arriba, emergencial, y quizá acompañada por la ocupación militar y algunos bien conocidos dispositivos de policía. Y tampoco, como nos empuja a creer la interpretación “legalista”, muy querida por los observadores más progresistas, y presente también en algunos sectores de movimiento, porque los procesamientos hubieran sido la oportunidad para pedir “control” y “transparencia”. No. Los lemas y muchas intervenciones (“¡sanearos el cerebro!”) dicen otra cosa que no es una espera milagrosa del procesamiento.

Lo que hace del tema del procesamiento un asunto central es sencillamente el hecho de que las grandes inversiones en este sentido ponen al descubierto una gran disponibilidad de riqueza que la crisis misma produce, en su intento de volver a poner en marcha la acumulación agarrotada. Estos movimientos advierten con absoluta precisión que la crisis no comporta un empobrecimiento generalizado, como en los sermones de los sacerdotes de la austeridad, sino que produce flujos e ingentes movimientos de capital en busca de valorización: y no excluye inversiones y producción de riqueza a nivel europeo que precipitan en los territorios. La cuestión central que ponen estos movimientos ahora es precisamente una lucha sobre la medida de esta producción de riqueza.

Cuando oponen a los procesamientos desde arriba, a los golpes de comisarios y mega-inversiones, un “saneamiento social” de los territorios que radica en la decisión colectiva y democrática, estos movimientos luchan exactamente acerca de la medida de la producción de moneda: la medida de la vuelta a la acumulación capitalista contra la medida de la cooperación social, de las necesidades de los territorios, del deseo de dignidad y autonomía de las subjetividades. Lo cual hace evidente también cómo, más allá y contra toda representación angustiosamente “territorial”, en el nivel europeo del comando financiero, es dónde se juega de verdad la lucha de este movimiento como movimiento de reapropiación de la riqueza desde abajo, por parte de la cooperación social y de la “vida”: y sería urgente profundizar todas las posibles conexiones que este movimiento puede generar, empezando desde el sur, en la construcción de un plano de luchas y de campañas europeas contra la renta financiera y por la reapropiación de la decisión política sobre la riqueza. La consciencia de que la riqueza existe, y se necesita volver a conquistarla, junto a la riqueza de las potencialidades de la cooperación social, experimentada desde hace tiempo, son los elementos inmediatamente visibles de la fuerza de este movimiento.

Quienes estaban el 16 de noviembre lo podían percibir directamente: la composición del #fiumeinpiena es la de una generación joven y consciente. Es justamente la generación de la consciencia que toma la palabra y clava al poder a sus responsabilidades, sean los altos cargos del Estado, empezando por Rey Giorgio Napolitano, sean los administradores y políticos locales, sean, y sobre todo, la clase empresaria italiana. Contra luz aparece la alusión al emerger de una consciencia que atraviesa un espacio nuevo, libre y democrático de lucha política, donde se configuran unas relaciones y unas prácticas políticas “nuevas”. Y donde, sobre todo, es la dignidad la que predomina: la dignidad de salvaguardar y producir nuevas formas de vida, nuevas maneras de estar juntos.

En el #fiumeinpiena aparecen continuamente temas que cuestionan de manera directa el espacio declinado en sus diferentes formas y acentos: de “lugar físico”, tierra, territorio, donde materialmente de desarrolla la vida cotidiana y se entrelazan las relaciones fundamentales entre los seres humanos; de “lugar simbólico”, de la representación y auto-representación de la comunidad, “espacio publico mental” donde se define la identidad, se practica la confrontación, donde se encuentra al “otro” en forma de discurso; y se entrevé, aunque aparezca poco nítido, el “lugar institucional”, es decir el ámbito de la democracia directa, entendida como mandato desde abajo hacia los que mandan, lugar de condensación de una voluntad colectiva producida desde la multiplicidad y capaz de expresarse y tomar la palabra frente al “poder”.

4. Agujeros negros: el emergencialismo e el espectáculo de la representación

No faltan los intentos de invasión de estos espacios por parte de dispositivos de cauterización de los conflictos, ya que producen una opinión pública tan resentida como impotente, que se proponen neutralizar aquellos movimientos. ¿Qué otra tarea podía tener la noticia publicada por L’Espresso, “Bebe Nápoles y morirás” (juego sobre un dicho italiano, “Ve a Nápoles y luego podrás morir”), sino la de producir miedo y terror y preparar el paso a las medidas de emergencia, las intervenciones anestesiantes en los espacios de la democracia y de la participación radical? A fortiori, un periodismo de este tipo no hace otra cosa sino engrasar los mecanismos interactivos donde ilegalidad, inmoralidad, y la degradación meridional parecen asumir la apariencia de infecciones y transformarse en monstruosas representaciones de una línea de tendencia general en el panorama nacional.

Dicho de otra forma: el Sur como mejor termómetro de la degradación italiana. Y en este marco de diagnosis, de nada valen las movilizaciones, las plazas llenas, el #fiumeinpiena. Estos últimos se quedan como fenómenos extemporáneos, comida para tertulias televisivas. Al mismo tiempo, las tecnologías de gobierno que defienden la “razón de estado” y sus principios, después del tiempo de la cólera, vuelven a tomar su espacio con responsabilidad y decisionismo, volviendo a tomar el mando de la gestión neoliberal del Mezzogiorno. Volviendo a proponer un viejo guión sobre cómo gestionar la emergencia: leyes especiales e intervención securitaria del ejército. Al menos, estaría bien que el Presidente de la República, Napolitano, y el Primer Ministro, Letta, reinventaran el léxico de la gubernamentalidad de las emergencias del Sur: desde hace más de un siglo, las clases políticas e intelectuales desean y luego intervienen con dispositivos de emergencia, haciendo de estas tierras “estados de excepción permanentes”.

Al fin y al cabo, detrás del discurso emergencialista, siempre hay un orden fundado sobre una condición de deficiencia, una condición de inferioridad y subalternidad que invoca y justifica la ayuda de quienes están en lo alto, de los más responsables e ilustrados. Pero este discurso tampoco parece funcionar. No han faltado, de hecho, al cierre de la jornada, los llamados a las intercesiones por parte del Presidente de la República o del Arzobispo de Nápoles: invocar al estado y a la iglesia, súplicas hacía arriba, intangible y verticalmente proyectadas hacia el pedido de socorro y, entonces, de sujeción. En cambio, la respuesta consciente del #fiumeinpiena al mecanismo de la “emergencia y de la intercesión” ha sido devolver el Rey a la tierra, hacerse potencia que apunta a cambiar lo existente sin invocar a nadie. Este ha sido el sentido del mensaje que atravesaba el enjambre multitudinario: que nadie se escape, por un lado o por otro. Quienes son los responsables tienen que pagar e irse.

¡Ejemplar ha sido la respuesta a tantas súplicas, cuando los nombres y los cargos públicos han recibido nada más que silbidos y protestas! Aquellos cargos ya no tienen la posibilidad de interceder en el #fiumeinpiena. Ya no pueden hacer daño porque se les ha desarmado de aquel dispositivo de reproducción de la subordinación que es condición necesaria para que exista un poder constituido. Y mientras estos dispositivos caían, el #fiumeinpiena volvía a llenar el debate de un nuevo significado a partir de la subalternidad, descubriendo la fuerza de una democracia directa.

Es obvio que algunos de los elementos emergidos el 16 de noviembre tienen una apariencia de crónica, perdidas en la inmensa participación popular; y, sin embargo, vale la pena que el #fiumeinpiena las enfrente desde ya para encauzar posibles derivas, ya vistas en el pasado, y romper los lazos que dejarían sin libertad la generalización de la lucha y de la conciencia. Sobre todo, el tema de la representación política: la representación política es un obstáculo en la realización de la democracia directa. La “simbólica sobredeterminación de la representación política” frena los “desarrollo sociales de las luchas”, hasta determinarse a sí misma como diagrama entre movimientos y instituciones.

Seguramente las experiencias pasadas, las de las luchas ambientales de 2008, son un ejemplo de esto: una clase intelectual y política que, si bien con el intento de reforzar el programa (diferenciación de la basura, ciclo alternativo de la basura, no a la incineración), ha vuelto a conducir parte de aquellas luchas hacia un circuito de representación política que poco ha hecho para desarticular el dispositivo de la subordinación y que, además, ha acabado por reproducir la acción a favor de los políticos de carrera (es el caso del juez Luigi de Magistris y su lista cívica, “Movimiento Naranja”), y ha sofocado de esta forma la generalización de las formas de democracia desde abajo y de autogobierno de los territorios. Por suerte, este movimiento parece tener anticuerpos. No será fácil reproducir formas para embridar la participación directa en contenedores institucionales, donde la “voluntad general” será anestesiada en nuevos partidos o revoluciones naranjas o en grupos y organizaciones políticas.

Después de todo, es difusa la consciencia de que estos grupos son parte del problema. Inequívoca en este sentido ha sido la contestación al símbolo de la Municipalidad  de Nápoles durante el #fiumeinpinea, como también, las críticas a los políticos en la manifestación. De la misma manera, ciertas incongruencias de aquellas contestaciones nos dejan entrever posibles cortocircuitos del #fiumeinpiena, debidos a la búsqueda de formas de representación a toda costa en su interior: ciertamente, tienen sabores diferentes la contestación – o mejor dicho la ajenidad radical – a las instituciones por parte de la mayoría del movimiento (los silbidos al Arzobispo y al Presidente, “cívicamente” invocados desde el palco) y las diatribas entre concejales completamente internos a la institución, “espectáculos” muy presentes, en una manifestación seguramente demasiado llena de tricolores (referencia a la bandera italiana, ndt.), asesores, representantes políticos de mayoría y oposición.

Para decirlo con Guy Debord, las imágenes reproducidas en el espectáculo son solamente “una relación social mediada por las imágenes”. Por tanto, incongruencias del espectáculo de la representación política que el #fiumeinpiena tendrá que barrer. De otra forma, el riesgo es que se reconstituya una figura del “representado” siempre lista para la emboscada, o que se mistifique «en una sociedad vaciada de toda inteligencia y manipulada por la ensordecedora idiotez del circuito mediático, subiendo la opacidad de la información como una ausencia de virtud y registrando exclusivamente la cínica transparencia del poder hecho más vulgar por su falta de responsabilidad». Palabras que son piedras. Claro está, tenemos toda la fuerza para evitar las trampas – siempre demasiado presentes en los movimientos meridionales –, tenemos la fuerza para no volver a estar atrapados en la representación política y sobre todo, en la trágica interiorización de una subalternidad carente de imaginación política e incapaz de pensar más allá del triste dogma sectario – que tantas veces ha matado lo nuevo que se manifestaba en muchos y amplios movimientos sociales – según los cuales «el líder y las estructuras centralizadas son la única manera de organizar proyectos políticos eficaces».1

 

 Traducción por Francesco Salvini
para sumakmaskana.wordpress.com

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  1. 1. M. Hardt, A. Negri, Declaración, Akal 2012