De VíCTOR MANUEL MONCAYO C.

Me sé del todo indigno de opinar en materia política,

pero tal vez me sea perdonado añadir que descreo

de la democracia, ese curioso abuso de la estadística.

(Jorge Luis Borges, Moneda de hierro-prólogo. Buenos Aires, 27 de julio de 1976)

En medio del eclipse y la ceguera que hemos analizado en artículos precedentes[1], paradójicamente los sinsabores de las experiencias recientes de participación en los mecanismos democrático-representativos, nos han permitido ver de nuevo la luz de la realidad del orden capitalista y de sus mecanismos de dominación, para contribuir, así sea mínimamente, a develarlos desde el horizonte de nuestra práctica discursiva.

Los desconcertantes resultados electorales

En efecto, en estos tiempos que corren, hemos estado asistiendo a los siempre desconcertantes resultados electorales. En nuestro país muy difícilmente logró imponerse el Pacto Histórico, con un volumen total de sufragios ligeramente superior[2] , al que obtuvo un candidato caracterizado por sus evidentes condiciones de ignorancia absoluta de la organización estatal y por la torpeza de sus propuestas. Algo similar ocurrió en la jornada electoral previa para escoger los cuerpos representativos nacionales, en la cual una importante mayoría de la población reeditó la adhesión a los partidos y movimientos que siempre han controlado esas instancias, lo cual ha conducido a las alianzas y entendimientos propios del funcionamiento de todos los gobiernos para lograr condiciones mínimas de gobernabilidad, pero poniendo en riesgo las manifestaciones de rechazo y rebeldía de amplios sectores que confiaron en que la elección de Gustavo Petro y Francia Márquez, significara la interrupción de la sucesión de gobiernos que han gestionado históricamente el régimen político colombiano, para abrir nuevos espacios de participación que, gracias a la recomposición gubernamental, contribuyera a permitir nuevas condiciones para la expresión de las reivindicaciones sociales y comunitarias, hasta el momento reprimidas o sin un horizonte definido, después de las significativas expresiones de rebeldía y resistencia escenificadas en noviembre de 2019 y abril de 2021, aunque se conocían sus limitaciones esenciales derivadas de la ausencia de consideraciones sobre la fase actual del capitalismo en nuestro país y la necesidad de su superación.[3] Es el mismo acontecer de todos los procesos electorales, y muy semejante a aquel que rechazó  plebiscitariamente el acuerdo de paz con las FARC-EP en 2016, por una diferencia mínima de votos.

En la Europa continental, específicamente en Francia, hace pocos meses las tendencias opuestas al régimen de Macron no pudieron vencerlo, a pesar de la significativa participación que tuvieron los “Insumisos” de Mechelon y otras fuerzas de izquierda. Una vez más, la llamada “voluntad popular” conservó la conducción del régimen en cabeza de Macron. Recientemente en Italia el triunfo de la líder Meloni (Hermanos de Italia –Fratelli d’Italia), aliada a la Liga Norte de Matteo Salvini y a Forza Italia de Silvio Berlusconi, presenta un indudable favorecimiento popular de las orientaciones de claros tintes reaccionarios, racistas, populistas, y homofóbicos.

Y más cercanamente, el 3 septiembre del año en curso, asistimos al rechazo por amplia diferencia (62% de los electores) de una nueva constitución chilena, heredera de los movimientos del estallido social sin precedentes del 9 de octubre de 2019, que condujo a la organización de una convención constitucional  (elegida el 15 y 16 de mayo de 2021 por más de más de 6.4 millones de personas- 43,35% del padrón electoral), redactora del proyecto sometido a consideración plebiscitaria de la sociedad chilena, que pretendía sustituir la constitución adoptada por la dictadura de Pinochet.

Recuperemos nuestra realidad preindividual

Son muchas las explicaciones de los analistas a estos extraños e incomprensibles resultados del comportamiento electoral en distintos contextos nacionales que, obviamente, remiten a circunstancias diferenciadas propias de sus circunstancias económicas, políticas y sociales, o a las deformaciones inducidas o autónomamente asumidas por la población, o a las manipulaciones o las prácticas engañosas utilizadas por las organizaciones partidistas, gremiales o sociales, o a las orientaciones de los medios de comunicación deliberadas o producidas en desarrollo de la llamada libertad de información, o a la ignorancia, el desconocimiento o la desinformación. Todas ellas, por lo tanto, hacen responsables de los efectos de la participación electoral a quienes son sus actores, a los individuos considerados como unidades humanas que siempre son llamados a decidir con libertad, mediante expresiones que pertenecen a su fuero interno, en desarrollo de su libre albedrío.

Más allá de esos entendimientos, alrededor de los cuales se trenzan los más disímiles debates y discusiones, igualmente respetables o con alguna significación valorativa, que amenizan las relaciones interpersonales y nutren el espectro fructífero del mundo calificado como expresión de la opinión libre, es necesario recurrir a una conceptualización esencialmente diferente, muy ligada, desde una perspectiva material, a lo que significamos como parte integrante de los colectivos a los cuales pertenecemos. Comprendemos que expresar y comunicar esta reflexión y las que de ellas de derivan, no es materia sencilla de explicar, pero asumimos ese reto.

Necesitamos, por lo tanto, avanzar diciendo que no somos un simple conjunto de unidades antropológicas, dotadas de ciertas características que nos distinguen de otros seres de la naturaleza. En la historia natural del hombre, la premisa central es su condición pre-individual, caracterizada por algo común, universal, indiferenciado: los órganos sensoriales, el aparato motriz, las capacidades perceptivas, la lengua histórico-natural, la cooperación social como acción concertada, en fin lo que Virno denomina “el bagaje psicosomático genérico del animal humano”[4]. Es una realidad pre-individual que pertenece a la primera fase del ser como una especie de la naturaleza, anterior a toda forma de individuación que, en una segunda fase, engendrará la oposición entre el individuo y su entorno.[5]

En virtud de las formas de organización societaria que se instauran, -cuyos rasgos son investigados por la arqueología, la antropología, la sociología y la historia, y cuyo análisis desborda los límites de este escrito-, del universo común pre-individual se transita hacia una diferenciación que construye fenómenos de individuación, es decir de construcción de subjetividades, con características específicas. Es la atomización individual propia de cada tipo societario, que se repite y renueva a lo largo de la historia cada vez con especificidades diferentes, de tal manera que su resultado son sujetos o unidades singulares que acumulan como parte de ellos, tanto la nueva subjetividad de la época bajo la cual existen, como elementos de subjetividades anteriores que no desaparecen plenamente.

Todo ello es un proceso histórico complejo, con efectos múltiples, cuya comprensión nos es esquiva, pues, como es obvio advertirlo, nuestra misma existencia está presidida por la naturaleza de la subjetividad de la cual formamos parte, que no podemos eludir ni desechar por nuestra propia voluntad. Como lo hicimos hace algún tiempo en otro ensayo[6], es necesario que venga en nuestro auxilio el aporte intelectual que nos brinda Gilbert Simondon [7], y recordemos estos dos principios básicos:

Primero: el sujeto es una individuación siempre parcial e incompleta.

Como ya lo hemos advertido, Lo pre-individual es, en primer lugar, la percepción sensorial, la motricidad, el fondo biológico de la especie y, en un nivel más determinado, es la lengua histórico-natural de su propia comunidad de pertenencia.

Sin embargo, a diferencia de las sensaciones, que casi no sufren transformaciones en el tránsito de lo pre-individual a la individuación, la lengua sí es susceptible de una diferenciación una vez producida la individuación.

De todo ello surge una conclusión, que es la tesis propiamente dicha de Gilbert Simondon: siempre el individuo producto del proceso de individuación conserva una parte o proporción irreductible de la realidad pre-individual; por eso es un resultado compuesto, complejo. En otras palabras, la subjetividad nacida del proceso de individuación es anfibia, en la medida que en ella cohabita lo pre-individual y lo que agrega la individuación. Refiriéndose a las percepciones, en el «yo hablo» de la individuación cohabita el «se habla» de la realidad preindividual; tratándose de la lengua siempre estará el carácter «interpsíquico o «público» de la lengua como propiedad de la especie, y en los múltiples siempre participará el General Intellect impersonal e histórico. Todo mediado por los afectos, pues emociones y pasiones integran y distancian a la vez lo pre-individual y la individuación.

De allí un nuevo entendimiento del “individuo social”. En esa conjunción (un oximoro coqueto: la unidad desaliñada de los contrarios), hay que reconocer que en lo «social» están las huellas de la realidad pre-individual, que es de todos los sujetos. En otros términos, el “individuo social” “es la mezcla inextricable de singularidad contingente y de realidad pre-individual.

Segundo: La experiencia colectiva, lejos de señalar su desintegración o eclipse, persigue y afina la individuación.

Habitualmente, tanto para la teoría como para el sentido común, lo colectivo se aprecia como un punto de llegada a partir de los individuos, que incluso permite eliminar los rasgos propios de la individuación. Pero, si la individuación se entiende más bien como un punto de llegada, luego del proceso que se inicia en lo pre-individual, en las propiedades de la especie humana, lo colectivo hay que apreciarlo como una posterior y más compleja individuación, que se adquiere con el actuar conjunto, en la esfera colectiva, en la escena pública.

Por lo tanto, es propio de lo colectivo permitir que, gracias a una nueva individuación, se recupere parte de la realidad pre-individual que no se había resuelto, que se realicen unos potenciales pre-individuales, es decir anteriores a la génesis del individuo. Como esa parte no había sido resuelta, puede producirse una nueva individuación que la realice.[8]

Lo que ocurre, por lo tanto, es que lo colectivo no es la agrupación de los muchos, gracias a una tendencia de los individuos individuados, sino una expresión de un elemento pre-individual que todos los seres tienen y que se conserva en los individuos por cuanto, como lo advierte la primera tesis, la individuación nunca es completa, pues siempre subsisten aspectos de lo pre-individual, es decir de lo que es común como especie humana.

 Es posible, por consiguiente, lo que Simondon llama una “individuación colectiva” (un oximoron próximo a aquél que contiene la locución “individuo social”), que es una pieza importante para pensar de manera adecuada la democracia no representativa, que abandone la aspiración a una unidad definitiva sobre el fundamento popular, así como la idea de la voluntad general y el modelo de la representación política.

En otras palabras, según las dos tesis descritas, en cada sujeto, al lado del componente individuado persiste siempre una cuota de realidad pre-individual, o sea existe una especie de combinación permanente de lo Común (lo pre-individual) y lo Singular (el individuo o sujeto). De alguna manera lo Común y lo Singular se remiten recíprocamente en una especie de círculo virtuoso. El componente pre-individual que todo sujeto lleva consigo, puede de nuevo individuarse, pero siempre en la relación entre muchos, en el colectivo, pudiendo transformarse en transindividual.[9]

La subjetividad capitalista

Ocupémonos ahora de la individuación capitalista que es la que nos concierne. Recordemos, por lo tanto, que el orden social capitalista que vivimos y sufrimos, en el contexto de una sociedad nacional y su Estado, es inseparable de un proceso de individuación que nos ha hecho sujetos libres, hombres y ciudadanos. El capitalismo no sólo rompió la unidad que ataba al hombre a las condiciones materiales de la producción, y provocó el abandono de toda forma de sujeción o dependencia personal o servil, sino que lo arrojó como “hombre desnudo”, libre e igual”, que niega sus diferencias y se reconoce como hombre en abstracto.

Opera, entonces, la esfera representativa del interés general , separada y distinta de la voluntad de quienes contribuyen a su organización y a su funcionamiento que, además, explica y legitima la existencia de un cuerpo especializado de representantes, la clase política, soportada sobre la imposibilidad de que exista un vínculo real entre el Estado y las singularidades; se produce un verdadero tránsito metafísico de la “voluntad de todos” que constituye la sociedad, a la “voluntad general”, es decir, la voluntad de los preseleccionados por todos pero que no responden ante nadie.”[10]

Esa esfera representativa nunca la ponemos en duda; por el contrario, siempre la reiteramos y fortalecemos, la reproducimos. “No nos inquieta el esquema, que de manera expresa admitimos, sino sus elementos circunstanciales y aleatorios, como la composición de la clase política, sus condiciones de renovabilidad, el grado de movilidad para acceder a ella, la pureza de sus comportamientos, la duración de su “mandato”, la objetividad de su selección, la eliminación de las prácticas viciosas de participación electoral, etc.”[11]

Estamos de esta forma no sólo en el mundo de la atomización individual, de la adscripción al mundo civil y a la esfera estatal, de la operancia del sistema representativo, sino de la homogeneización en la unidad del pueblo nacional, asentado sobre un territorio, que se erige como soberanía, y que se expresa tanto en los momentos clásicos de las revoluciones burguesas como en otros tiempos y espacios, inclusive en nuestra contemporaneidad, que aún asiste a procesos de reivindicaciones insatisfechas de formalización de pueblos nacionales. Todo lo cual, además, es inseparable del monopolio legítimo de la violencia, fundamento de la organización y de la vigencia no sólo de la fuerza del Estado sino de ella como última ratio del orden jurídico.

El capitalismo ha construido históricamente la forma-Estado como una verdadera abstracción real y social, a partir de la individualización, la separación Estado y sociedad civil, la necesidad de la mediación democrático-representativa, la homogeneidad nacional, el control y la regulación espacial, la violencia legítima, y la ley general e impersonal. Todos esos aspectos están vinculados a la existencia de la modalidad capitalista de organización social, que no ha cesado de regir.[12]

Siendo prisioneros de esa individualidad capitalista, participamos en la llamada democracia representativa, con la esperanza de encontrar otros horizontes, con resultados siempre negativos. Es lo que periódicamente registramos en todo lugar de este planeta capitalista. Como lo señalamos al inicio, son los disvaríos electorales de Francia o Italia, los de Chile, los nuestros en Colombia, y los que continuarán en cualquier lugar del mundo. Los golpes que recibimos, sin embargo, no nos alejan de los lazos de la democracia representativa, seguimos y seguiremos adhiriendo a ella, abrazándola, reclamándola y practicándola. No basta con denunciarla y rechazarla, su fuerza sistémica nos domina.[13]

Reencontremos lo que nos identifica como especie insistiendo en la posición antagonista.

La única certeza con la cual contamos es, como lo indicamos atrás, que nuestra subjetividad es ambivalente y por otros medios, no necesariamente los de la democracia representativa, encierra un componente pre-individual, que abre perspectivas para reencontrarnos en lo común de nuestros rasgos indestructibles como especie, y para buscar una nueva individuación liberadora. Ese es el horizonte de las luchas anticapitalistas, como las que empiezan a renacer en Colombia en el medio rural y en los asentamientos urbanos, alrededor de la tierra, la alimentación, la educación y la salud…

Como lo ha postulado Virno, la perspectiva que tenemos, en desarrollo de las formulaciones de Simondon, es la que sintetiza a propósito de sus dos proposiciones esenciales: “La primera: en cada sujeto, al lado del componente individuado, persiste siempre una cuota de realidad preindividual. Esto significa que la idea misma de «sujeto» tiene que entenderse bajo la forma de una combinación permanente de Común y Singular. La segunda tesis sobresaliente de Simondon tiene que ver con lo colectivo: esto no comprime ni mortifica al individuo, sino que es el ámbito en el cual la individuación se refina y se potencia. Para Simondon, la cuota de realidad preindividual que todo sujeto lleva en sí puede a su vez individuarse, pero solamente en la relación entre muchos, en el colectivo, en la cooperación sociopolítica. Sólo en la praxis colectiva, lo preindividual se transforma en transindividual. Y lo transindividual es la categoría que, en el nivel de la globalización postfordista, puede designar una esfera pública ya no estatal, una democracia no representativa. Bueno, estas dos tesis son realmente nuevas. Revierten muchas creencias arraigadas, muchas supersticiones filosófico-políticas.”[14]

Hay, por consiguiente, posibilidades para un horizonte nuevo de la posición antagonista. Aun cuando muchas de las orientaciones en este campo, no pueden estar desligadas de la problemática de cada sociedad particular, en términos generales puede decirse que esa posición debe denunciar la significación del régimen representativo y no sólo sus vicios, deformaciones e imperfecciones; descalificar la utilidad real del régimen de partidos, más allá de las fórmulas múltiples que pueden regularlo; confrontar todo régimen autoritario y de excepción; controvertir todas las tendencias, reformas y políticas adecuadas a la transformación capitalista en curso; advertir los peligros de cooptación e ideológicos que se esconden tras las llamadas formas de democracia participativa y comunitaria; deslegitimar la viabilidad de soluciones reales mediante reformas constitucionales o legales o políticas públicas, bajo el actual sistema de organización social-productiva y los regímenes políticos vigentes; evitar la celada del reordenamiento del sistema político para atender sus anomalías, tales como el clientelismo, la corrupción, el burocratismo, etc; controvertir y rechazar las nuevas formas del orden capitalista global; considerar la posibilidad de construir formas de transición en la dirección de ruptura con el orden existente; y, en fin, impulsar etapas  de transición post-capitalista, cuando las condiciones así lo exijan y lo permitan. Todo ello con todas las precauciones que sean posibles, pues las dimensiones institucionales y representativas del capitalismo siempre se oponen a esos desbordamientos o superaciones, planteados desde dentro o por fuera de ellas. Es un proceso siempre conflictivo, complejo e híbrido, en la medida que combina múltiples agentes y prácticas y que, sobre todo, choca con las organizaciones que en otro momento tuvieron protagonismo y con sus reivindicaciones que han perdido su pertinencia.


[1] V.M. Moncayo. Ante el eclipse electoral: es posible una táctica defensiva, Revista Izquierda No. 103 mayo 2022, y   Del eclipse al enceguecimiento: como descifrar el actual momento político, en Revista Izquierda No. 106.

[2] Aproximadamente 700.000 votos de diferencia, equivalente a cerca del 3%.

[3] V.M.Moncayo. De la revuelta social a la trampa electoral. Revista Izquierda No. 98. Julio 2021

[4] Virno, Paolo. (2001). Multitude et principe d’individuation, traducción española en Revista Multitudes No.7, sitio web, diciembre 2001

[5] Así lo entiende Gilbert Simondon (1989) : Se podría llamar naturaleza a esta realidad pre-individual que el individuo lleva consigo, tratando de encontrar en la palabra naturaleza el significado que le daban los filósofos presocráticos: los fisiólogos jónicos encontraban ahí el origen de todas las especies de ser, anterior a la individuación: la naturaleza es realidad de lo posible que, bajo las especies de este apeirón del que habla Anaximandro, hace surgir toda forma individuada; la Naturaleza no es lo contrario del Hombre, sino la primera fase del ser, siendo la segunda la oposición entre el individuo y el entorno [milieu]. p. (158) /citado por Virno)

[6] V.M.Moncayo. Exodo. Ediciones Aurora. Bogotá, 2018

[7] Gilbert Simondon (1924-1989), filósofo francés muy apreciado por Deleuze y reactualizado en los últimos tiempos, conocido por su teoría sobre la individuación del ser en general y del ser humano en particular.

[8] Los términos con los cuales Gilbert Simondon explica esto son los siguientes: No debemos hablar de tendencias del individuo que le llevan hacia el grupo, ya que hablar de estas tendencias no es hablar propiamente de tendencias del individuo en tanto que individuo: ellas son la no-resolución de los potenciales que han precedido a la génesis del individuo. El ser que precede al individuo no ha sido individuado sin más, no ha sido totalmente resuelto en individuo y medio [milieu]; el individuo ha conservado con él lo pre-individual, y todo el conjunto de individuos tiene también una especie de fondo no estructurado a partir del cual una nueva individuación podrá producirse[8].(citado por Virno)

[9] Leer a Gilbert Simondon: transindividualidad, actividad técnica y reificación. Entrevista a Paolo Virno http://grupomartesweb.com.ar/

[10]Hardt y Negri, Declaración. Ed Akal. Madrid, 2012, p.35. Los autores agregan: “Como dice Carl Schmitt, representar significa hacer presente una ausencia o, en realidad, a nadie en concreto. La conclusión de Schmitt es perfectamente coherente con los presupuestos de Rousseau, que a su vez se expresan en la constitución estadounidense y en las constituciones de la Revolución Francesa. La paradoja de la representación es completa. Lo único que sorprende es que pudiera funcionar durante tanto tiempo y, en su vaciedad, solo podía hacerlo respaldada por la voluntad de los poderosos, de los poseedores de riqueza, de los productores de información y de los instigadores del miedo, predicadores de la superstición y la violencia”.

[11] Moncayo, Víctor M. El Leviatán Derrotado. Ed Norma Bogotá, 2004, p. 67

[12] Una explicación de estos rasgos en V.M.Moncayo, El Leviatán Derrotado, Ed Norma Bogotá,2004 y Ed Aurora Bogota,2018.

[13] Es así como la sentencia de Borges del epígrafe, lo conduce paradójicamente a decir: “Escribí alguna vez que la democracia es un abuso de la estadística; yo he recordado muchas veces aquel dictamen de Carlyle, que la definió como el caos provisto de urnas electorales. El 30 de octubre de 1983, la democracia argentina me ha refutado espléndidamente. Espléndida y asombrosamente. Mi Utopía sigue siendo un país, o todo el planeta, sin Estado o con un mínimo de Estado, pero entiendo no sin tristeza que esa Utopía es prematura y que todavía nos faltan algunos siglos. Cuando cada hombre sea justo, podremos prescindir de la justicia, de los códigos y de los gobiernos. Por ahora son males necesarios.” Tapa del suplemento Cultura y Nación de Clarín del 22 de diciembre de 1983, con el texto de Jorge Luis Borges sobre el regreso de la democracia.

[14] Leer a Gilbert Simondon: transindividualidad, actividad técnica y reificación. Entrevista a Paolo Virno por Jun Fijita Hirose, consultada en la red.

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