COLECTIVO EURONOMADE.
Finalmente, Donald Trump es el nuevo presidente de los Estados Unidos de América. Pocos lo esperaban: en este 2016 no es la primera vez que un resultado electoral desmiente clamorosamente a encuestadores y comentaristas. Pero esta vez se trataba nada menos que de las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
En este momento sirve de poco expresar el profundo desprecio que Trump nos merece. Y menos aún servirían ejercicios retóricos y presagios apocalípticos de desventuras.
En primer lugar se trata de entender lo que pasó, cómo fue posible y cuáles son las consecuencias previsibles. Damos a esta intervención la forma de “tesis”, simplemente porque nos ayuda a organizar nuestro pensamiento y a promover la discusión colectiva. Sin embargo, salvo quizá en el caso de la tesis 5, a la que damos particular importancia, el texto no tiene el tono perentorio que suele darse a las “tesis”. Lo que nos interesa, ante todo, es formular las preguntas que consideramos políticamente cruciales sobre la base de algunos de los elementos de análisis.
En torno a estas preguntas nos comprometemos a promover el debate y la investigación, a partir de las experiencias de lucha y de las prácticas políticas en las que participamos.
Tesis 1. Empecemos con algo obvio: la victoria de Trump en Estados Unidos nos afecta directamente; en Italia, en Europa y en todo el mundo habrá que hacer frente a este suceso y a sus implicaciones. Esta declaración es, por descontado, una obviedad, pero sus consecuencias van a tener que ser investigadas en condiciones completamente distintas a las que había cuando comentábamos las victorias de Clinton, Bush o del mismo Obama. La suicida decisión del Partido Demócrata al elegir como candidata a Hillary Clinton, que es la más pura expresión del establishment y de Wall Street, fue lo último que faltaba para involucrar en su bancarrota a los años de presidencia de su marido y a la retórica sobre la globalización de los derechos humanos, la nueva economía y la “tercera vía”, mientras que los acontecimientos de los últimos años han derrumbado el sueño neoconservador del “nuevo siglo americano” y la propia presidencia de Obama ha sido puesta en tela de juicio precisamente en la imagen del país que se refleja en el espejo de Trump.
Tesis 2. El resultado de las elecciones presidenciales de Estados Unidos debe situarse dentro de un escenario global en transformación tumultuosa: partimos de ello para leer políticamente las propias dimesiones “internas” en los Estados Unidos de lo que sucedió el 8 de noviembre. Especifiquemos: la victoria de Trump sólo puede ser entendida como un momento, necesariamente un momento clave, del ciclo político abierto a escala mundial con la crisis de 2007-2008. Este ciclo se caracteriza por un crecimiento impetuoso de la derecha, mientras que las luchas, que también se han desarrollado con fuerza, sobre todo desde 2011, no han sido capaces de detener este crecimiento. Citemos algunos nombres y lugares: Shinzo Abe en Japón, Narendra Modi en India, el general Al Sisi en Egipto, Racep Tayyip Erdogan en Turquía, Mauricio Macri en Argentina, Michel Temer en Brasil. Por no hablar de Europa, donde el “efecto Trump” podría impulsar a Hofer en Austria y Le Pen en Francia. Estamos frente a una derecha que asume formas profundamente heterogéneas (resaltemos que nunca en ruptura con el neoliberalismo), entre las cuales el espectro del fascismo tiene una presencia que no podemos eludir, aunque evidentemente sea diferente al fascismo histórico.
Tesis 3. America first, “Primero América”, es el lema con el que Trump se apresta a gestionar el declive de la hegemonía de Estados Unidos a escala global. ¿Que no nos gusta la palabra “declive”? Busquemos otra. Pero los signos de la crisis de la hegemonía estadounidense son ahora demasiado evidentes para no asumir esta crisis como una clave interpretativa de la propia política interior en Estados Unidos; no una clave exclusiva, pero sí muy importante.
La guerra en Siria y, más en general, las convulsiones del “Gran Oriente Medio” (1) son una manifestación especialmente dramática de esto. Mientras la crisis de América Latina (también la sudafricana) arrebató a la fórmula BRIC (2) aquellas características que hicieron pensar a algunos, no sin razones, en la posibilidad de una “nueva Bandung” (3), Rusia y China son actores esenciales en el nuevo desorden mundial, y convendrá estar atentos al posicionamiento de India. ¿Actuarán Rusia y China de concierto, como dan a entender los recientes acuerdos de colaboración económica y “coordinación estratégica”, o surgirán diferencias entre China y Rusia? Esa pregunta es esencial y habrá que investigar en torno a ella con más intensidad en los próximos meses. En todo caso, algunas variables “geopolíticas” y “geoeconómicas” adquieren ahora una importancia estratégica, en muchos aspectos inédita, para el desarrollo de la lucha de clases.
Tesis 4. La victoria de Trump pone radicalmente en tela de juicio todos los discursos sobre la “recuperación americana”, la “Obamanomics” (4) y sus determinaciones “neo-keynesianas”.
A la vez que rechazamos todo guiño a esas supuestas “rudas razas paganas” que poblarían el Medio Oeste, ocasionalmente ocultas tras máscaras racistas, sexistas y fascistas, no podemos dejar de reconocer la profundidad de la crisis social y económica en Estados Unidos, ni la radicalidad de las heridas “territoriales” que amenazan con hacer estallar la misma unidad del país.
Ciertamente no se trata de hacer burdas simplificaciones sobre las políticas económicas y sociales de la presidencia de Obama, pero, desde el propio punto de vista de esta presidencia, hay algo que evidentemente no ha funcionado. Es esencial estudiar estas políticas económicas y sociales, su marco monetario y sus “efectos” reales, tomando necesariamente en cuenta esa dimensión global de la que hemos hablado.
Es igualmente urgente entender qué tipo de bloque electoral ha hecho posible la victoria de Trump: por supuesto, la working class, la clase obrera blanca y orgullosa de ser masculina además de blanca. Pero eso no es suficiente, incluso desde un punto de vista estadístico. De una manera más general, y mirando hacia los próximos años, desde hace tiempo hemos identificado en Europa y en otras partes del mundo una tendencia a la aparición de nuevas combinaciones de neoliberalismo y nacionalismo. ¿Se puede aplicar esa interpretación a los Estados Unidos del presidente Trump? O, mejor dicho, dada la peculiar posición de este país en el sistema mundo capitalista, ¿la tensión entre neoliberalismo y nacionalismo está destinada a explotar, con resultados difícilmente previsibles?
Por otra parte hay que destacar que la elección de Trump representa la culminación de una larga crisis institucional en Estados Unidos, que afecta tanto al sistema de partidos como a la dimensión administrativa y constitucional. Trump, con su campaña contra el establishment ha forzado esta crisis, ha extremado el vaciamiento de la racionalidad política y administrativa del sistema, minando las propias bases del tipo de debates y compromisos sobre los que se ha fundado históricamente la democracia estadounidense. ¿Qué podría significar en estas condiciones, dentro de un ataque generalizado de Trump contra los derechos (derecho al aborto, derechos de los inmigrantes, derecho a la atención sanitaria, derechos de las “minorías”), un Tribunal Supremo modificado en su composición al gusto del nuevo presidente? Por una vez, se trata de una pregunta a la que no es difícil encontrar respuesta.
Tesis 5. El racismo es racismo; el sexismo es sexismo; el fascismo es fascismo. Hay que decirlo claramente: es necesario trazar una “línea divisoria muy precisa” entre nosotr@s y quienes, como antes decíamos, hacen “guiños” (mencionaremos sólo a Slavoj Zizek, por no citar las referencias “itálicas”, que no faltan). Sólo a partir de ahí se puede comenzar a pensar con sensatez (porque hay que hacerlo, porque es nuestro problema) sobre los mineros de Kentucky o los metalúrgicos de Youngstown abandonados por los demócratas, los liberales y la izquierda.
Ya lo habíamos escrito a propósito del referéndum británico: hay una profunda e hiriente fractura que atraviesa la composición de clase contemporánea. En Estados Unidos esta ruptura toma la forma de una reacción violenta (que tiene precedentes en la historia de ese país) a la conquista de espacios y derechos por parte de las mujeres, de las “minorías” que ya no lo son -incluso estadísticamente-, a los estilos de vida cada vez más difundidos en las metrópolis y que ya son parte integrante de la composición del trabajo vivo metropolitano.
Asume la forma de una reacción violenta ante la “deshonra” de tener un negro en la Casa Blanca y ante el movimiento Black Lives Matter (“Las vidas negras importan”), esto es, ante la rebelión negra contra el racismo estructural que sigue impregnando la sociedad estadounidense.
¿Se puede conectar este conjunto de movimientos (sumamente heterogéneos entre sí) a una politización diferente de la clase obrera tradicional, a menudo expulsada del proceso de producción? En los últimos años las movilizaciones por el salario mínimo han planteado este problema, y también lo ha hecho, de una manera diferente pero de gran importancia, la reagrupación en torno a Bernie Sanders durante las primarias del Partido Demócrata, no estando de más reiterar que una candidatura de Sanders habría cambiado radicalmente la situación en la misma contienda presidencial.
Sin embargo, hay que decir claramente que la victoria de Trump sugiere que esta conjunción es muy difícil, si no imposible . Ciertamente, esa no es una buena razón para no seguir intentándolo, pero hay que razonar de una manera no convencional e innovadora sobre este problema, con frecuencia retomado e incluso mistificado en las discursiones sobre “populismo”.
Tesis 6. Don’t Panic, Organize! “Que no cunda el pánico, ¡organízate!”. Por supuesto, esto es lo que repiten desde la mañana de ayer en las redes las compañeras y compañeros que viven y trabajan en Estados Unidos. Sin embargo, hay que abrir inmediatamente la discusión sobre qué significa organizarse en un ciclo político global dominado por el crecimiento de una derecha que asume rasgos “fascistas”. En Estados Unidos, pues, la organización y la convergencia de las luchas, en el sentido indicado en la tesis anterior, chocan con una combinación de factores, entre ellos, una vez más, el factor determinante que es la “línea de color”, el conjunto de “divisiones raciales”que continúan encontrando en el racismo contra los negros tanto su manifestación más violenta como el principio de una articulación que implica a otras “minorías”.
Componer una política de clase y de lucha en torno a la línea de color parece un rompecabezas, y los movimientos que ya están luchando en las calles contra Trump se toparán con él y deberan idear maneras eficaces de encararlo, no limitándose a la “resistencia” sino construyendo dispositivos “ofensivos”, es decir, capaces de prefigurar y de construir materialmente nuevas formas de vida.
En torno a los polos de “clase” y “raza” se determina, sin duda, un rompecabezas que atraviesa toda la historia de Estados Unidos, pero que ahora se manifiesta con claridad, aunque de diferentes formas, incluso en Europa.
Dicho en términos más generales, lucha, movimiento y organización son conceptos y prácticas a reconsiderar, para profundizar en ellos y darles un nuevo impulso, frente a la agresividad de la vieja y la nueva derecha y a los consensos que en este momento ellas congregan.
Probablemente ayudaría hacer alguna referencia a la historia del movimiento comunista internacional en los años treinta (entre el “socialfascismo” y el “frentismo”), no porque la historia se repita sino porque retornan algunos de los problemas que entonces se produjeron, de lo que es un ejemplo la discursión entre la izquierda y los movimientos en Alemania sobre la manera de contrarrestar el crecimiento de Alternativa para Alemania. No tenemos respuestas definitivas, pero estamos convencidos de que es esencial formular correctamente las preguntas. Y, vale la pena repetirlo, son preguntas que no sólo afectan a Estados Unidos.
Tesis 7. Una vez más: tomemos Europa. Hay que repetirlo con fuerza. Esta es la única indicación estratégica que permite trabajar con realismo y seriamente en la reconstrucción práctica de un horizonte de lucha y transformación en esta parte del mundo. La victoria de Trump, en el escenario global brevemente recordado, muestra -una vez más- que ya no hay posibilidad de acción política de “la izquierda” (o como queramos llamar a nuestro bando) dentro de las coordenadas del estado-nación en Europa. Al margen de cualquier valoración sobre la capacidad real de los estado-nación europeos para hacer frente al capital financieraocontemporáneo (cosa sin embargo esencial, como hemos dicho muchas veces), esas coordenadas están ahora firmemente ocupadas y confinadas por la derecha.
Tras la victoria de Trump en EEUU la ruptura del eje atlántico se convierte en una perspectiva estratégica en la que insertar la movilización social y política tanto en Europa como para la construcción de un nuevo internacionalismo. Todo esto, digámoslo claramente, en condiciones durísimas, tanto desde un punto de vista político como desde un punto de vista social.
En Europa podemos aplicarnos lo que se decía sobre Estados Unidos: aquello que de manera realista parece necesario es al mismo tiempo extremadamente difícil, hasta el punto de incluso parecer imposible. ¿Un sueño? Tal vez. Sin embargo, pocos días antes del 99 aniversario de la revolución de Octubre de 1917 vale la pena citar a Lenin: “un marxista tiene derecho a soñar.” Incluso el deber, podríamos añadir.
Notas de traducción
1T. La expresión Gran Oriente Medio suele referirse a un espacio espacio que incluiría al Mundo Árabe, Irán, Turquía, Israel, Pakistán y Afganistán, a los países del Cáucaso y norteafricanos, e incluso Somalia.
2T. BRIC: Brasil, Rusia, India, China. BRICS: BRIC más Sudáfrica.
3T. La conferencia de Bandung se celebró en esa ciudad indonesia en 1955, organizada por Nasser, Nehru y Sukarno, con la participaron de más de 30 estados asiáticos y africanos.
4T. Obamanomics: la política económica de Obama.